Debía decir todo lo que pensaba, todo lo que sentía, estallaba. Ya no podía guardar más cosas dentro de mi. Decidida. Me encamino hacia donde él se encontraba. Me acerco. Me mira, se sorprende. Bajo la cabeza. Asombrado susurra un leve “¿Qué pasa?”. Logro mirarlo a los ojos y al segundo vuelvo a agachar la cabeza. Todo se nubla, no logro decir ni una sola palabra. Al final, ¡lo logré!. Logré decir algo (aunque era mejor no decir nada) un, “te amo”. Ahí pierdo todo, se me cae el mundo, y el poco orgullo que aún me quedaba, se había ido sin ningún tipo de remordimiento .
(Hablando con gente inmadura e infantil, no puedo esperar mucho).
¿Qué recibo? Un estúpido “jajaja”.
Conclusión: “si antes me sentía mal, ahora mucho peor y si bien el corazón se muere, a veces, por ser escuchado, otras, es mejor ponerlo en silencio ”.